Mi existencia reflejada en los espejos cóncavos del Callejón del Gato

domingo, 14 de agosto de 2016

Sara Calvente


Sara es una antigua alumna. De mi primer año. La casualidad hizo que luego Eva también le diera clase, de modo que es antigua alumna de los dos. Aquel primer año mío yo le daba alternativa, y muchas horas de clase derivaron en charlas de viajes, en hablar de culturas, ciudades y países. Y curiosamente ahora, un viaje y una ciudad ha hecho que convivamos unos días, gracias a su extremada generosidad.
A lo largo de los años como profesor, uno va manteniendo el contacto con un puñado de antiguos alumnos, que, por la coincidencia en gustos o pareceres, por la similitud en la visión general de la vida, o por la proximidad en facetas del conocimiento, hace que la relación se mantenga a lo largo del tiempo con la intermitencia y la naturalidad de una amistad. Esas relaciones, entre otras cosas, impiden que uno se quede anclado en una visión del mundo, y ayudan a mantener una apreciación más dinámica de las cosas que suceden y de su evolución. Se es testigo de la maduración y el avance en la sociedad y en la vida de unas personas más jóvenes y con visiones y realidades distintas.
En la actualidad, Sara está perfeccionando su formación y trabajando en Edimburgo. Y ha facilitado que pudiera cumplir un deseo largamente anhelado y que nunca podré agradecer suficientemente: estar en Edimburgo durante la realización de los diferentes festivales escénicos que la ciudad acoge.
Ahora es ya una persona adulta. Y es muy especial. Es una doctora amable y cordial. Su carácter familiar y su facilidad en las relaciones personales le han hecho desarrollar una elevada inteligencia emocional y una gran asertividad. Es generosa, educada, cortés y deseosa de aprender y afrontar nuevos retos. Y si el deseo de viajar y conocer culturas es muestra inequívoca de inteligencia, ella lo posee a raudales.


Sara ya era especial cuando la conocí. El tiempo simplemente ha confirmado lo que se apuntaba. De todas las influencias vitales que tiene una persona, los profesores tenemos muy poca presencia, pero Sara se ha convertido en esa clase de persona a la que uno, en su imaginación y su inmodestia profesional, le gustaría pensar que algún matiz de lo que ella es ahora, siquiera sea en unos gramos, tiene que ver con aquellas clases y aquellas charlas de viajes.


3 comentarios:

María Dolores dijo...

Me alegra enormente que hayas vuelto a escribir, máxime cuando lo que narras es algo tan maravilloso, algo, que no sé si por escaso o por poco conocido, se vuelve precioso: el intercambio de riqueza, de la de verdad, entre seres humanos.
Dan ganas de conocer a Sara, de abrazarla y darle las gracias por existir. Tengo la suerte de encontrar en mi día a día a muchas personas especiales y tú, Javi, eres una de ellas. Sara también fue afortunada al cruzar su camino con Eva y contigo.
Permíteme que difiera un poco de tu opinión. Los profesores,los maestros, sí son una influencia vital, al menos lo han sido y lo son para mí. Muchas personas tienen algo especial pero un docente puede potenciar o ensombrecer esas cualidades. Felicidades por la parte que te toca.

Javi dijo...

Muchas gracias por tus amables palabras. Siempre colmas de atención todos los escritos que publico por aquí. Digo yo que las personas nos hacemos especiales cuando tratamos bien a otras personas y en eso tú no tienes rival. Muchas gracias.

Javi dijo...

Muchas gracias por tus amables palabras. Siempre colmas de atención todos los escritos que publico por aquí. Digo yo que las personas nos hacemos especiales cuando tratamos bien a otras personas y en eso tú no tienes rival. Muchas gracias.

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