Mi existencia reflejada en los espejos cóncavos del Callejón del Gato

domingo, 27 de abril de 2008

El altavoz de Dios

Hace unos días algún miembro de la compañía me preguntaba en el coche cómo se puede representar una obra muchas veces y hacerlo igual, y si no era aburrido, o cómo se aguantaba…
Yo no he estado años representando ninguna obra, pero creo que la respuesta es sencilla.
Los actores dan el máximo todos los días. Los que van a ver una función, un montaje, un musical… no lo hacen esperando que ese día los que representan tengan un buen día. No. Lo hacen convencidos de que van a estar al máximo siempre. Porque tienen que estar al máximo siempre. Ese es el compromiso del actor. ¿Os imagináis a alguien que va a ser operado a corazón abierto esperando que el médico tenga un buen día?
Vosotros no podéis esperar a rendir al máximo porque yo esté detrás espoleándoos o porque alguien venga veros o porque tengáis un buen día. Tenéis que rendir al máximo siempre porque quien va a veros sólo una vez se merece eso. Es cuestión de compromiso.
El teatro es ecuménico y catártico. Pero no por su contenido. El actor da ejemplo con su compromiso, con su trabajo bien hecho y su rendimiento máximo. Defiende lo que representa a pecho descubierto, de pie, firme en el escenario, sin caretas, sin excusas. Siempre. No hay días. Ese es el verdadero sentido catártico del teatro. Ese es su orgullo y su compromiso. Y esto es así en Broadway y en un salón de una asociación de vecinos de un pueblo de la sierra.
El fútbol, baloncesto y deportes de competición son anestésicos, no catárticos. Como las series de televisión o las malas películas. Los futbolistas son gladiadores. Y utilizan sus artes, concentración y músculos contra un rival. Eso enardece a los seguidores momentáneamente. Es fácil identificarte con lo que en realidad no te afecta. Pero los sudores se enfrían, las sensaciones pasan y el efecto se diluye.
El actor es el confidente de Dios. Está en el escenario, delante de la comunidad, para plasmar la verdad, reflejarla, y defenderla con su vida. Y en eso es ejemplo. Y en eso es catártico. En el compromiso de su trabajo, en que todo depende de su concentración, de su entrega.
El compromiso se basa en confianza en los demás y en uno mismo. Es así de simple. Todo lo demás son gilipolleces de exégetas de medio pelo y sociólogos ensimismados. Es así de simple.
Por esta razón es una de las mejores actividades humanas.
Por eso "el veneno del teatro".