Con el propósito de
recuperar, de desempolvar el blog, he estado releyendo las entradas pasadas.
Haciendo arqueología. Y me he dado cuenta de que tengo un montón de artículos
publicados. El blog es suficientemente antiguo como para eso. Estuve
especialmente activo en 2010. Algún artículo incluso tuvo comentarios, o alguno
salió especialmente jugoso.
Cada cierto tiempo
hay alguno del tipo “voy a escribir más veces, con entradas más cortas” como el
del otro día. Soy muy recurrente, según parece.
No se si todo esto
debe desanimarme o animarme, pero como estamos cerca de Navidad, y con las
evaluaciones terminadas, estoy propenso al optimismo. Y decido animarme: hay un
montón de cosas escritas, y habrá alguien que las hay leído, o incluso alguien
que llegue por error y le llame la atención. Hay incluso referencias y fechas
que ayudan a recordar cosas y momentos, y que en su día me ayudaron a reordenar
pensamientos y tranquilizar el espíritu. Hay cosas de Eva, de los niños, de mis
perros (de Dana casi nada), de las cigüeñas de Bellavista; cosas de educación,
cosas de otras cosas, alguna broma,... Partes al menos curiosas o interesantes.
No hay nada de
adiestramiento, curiosamente. En 2011 y 2012 la producción desciende. Fue esa la
época del curso de adiestramiento, de los cursos de coursera (hice cuatro el año pasado) Supongo que Facebook se ha
llevado su parte. Pero escribir en un blog no es lo mismo. Merece la pena
mantenerlo.
William Lever, Lord
Leverhulme, un inquieto y pertinaz hombre de negocios victoriano, decía algo
así como “se que la mitad de mi publicidad no sirve para nada, pero no se
exactamente qué mitad”. De escribir en un blog se puede decir casi lo mismo;
casi de la vida en general. Como me decía una vez Miguel Cisneros “nunca se
sabe quien puede estar leyendo”. Nunca se sabe a quien afectará lo que digas o hagas.
Dan Ariely es uno
de los autores de uno de los cursos de coursera
que hice el año pasado. Algún día tengo que escribir en el blog sobre el. Me
gustó tanto que me he comprado dos libros suyos. En uno habla sobre la
motivación de escribir en un blog, y concluye que, básicamente, la posibilidad
de escribir para ser leído, aunque fuera por una sola persona, es suficiente
para darse el gustazo de escribir un blog.
Pues eso. Escribir
para darse el gustazo, Y si alguien lo lee y le gusta, le sirve, le alegra o le
conmueve, pues mejor. Con cuatrocientas palabras más o menos.
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