Mi existencia reflejada en los espejos cóncavos del Callejón del Gato

lunes, 15 de noviembre de 2010

Septiembre

Los primeros días de Septiembre ya se sabe: exámenes de recuperación. Y evaluaciones… y obra. La obra, aun sin grandes contratiempos, que ya es de agradecer, se fue retrasando, porque había que ir dejando secar la ampliación del techo para poner el suelo, dejar secar el suelo para echar la lechada, dejar secar la lechada para echar la perlita, dejar secar la perlita para pintar; dejar secar el suelo, el techo, la perlita y la pintura para medir las puertas correderas de aluminio… José Antonio, el encargado me decía “es que son muchas cosas”. Y tenía razón. Pero eran justamente las mismas que cuando contratamos la obra en Julio, y entonces iban a ser dos semanas… en fin.
El segundo fin de semana de Septiembre fui al concierto de Joaquín Sabina en Sevilla. Fui, gracias a Lucía, acompañado de gente más joven que yo. Estuvo muy bien. Cantó todos los temas que se esperaban, se disculpó de manera elegante y magistral, y no está tan quemado como yo hubiera imaginado. Lo pasé genial. Un oasis.
Y justo el día de inicio de las clases terminó oficialmente la obra.
Habíamos comenzado en Agosto con la idea de que terminara antes de empezar el curso y limpiar todo antes, que sería más cómodo. Pero no puedo ser. La casa estaba francamente desordenada y nosotros ya estábamos trabajando y los niños en el cole. Así que la limpieza y el orden se fueron haciendo poco a poco.
Además, después de la obra vinieron los retoques. Montar seis muebles de Ikea y atornillarlos a la pared no fue nada con preparar el suelo de la terraza para la recepción del césped artificial. Me puse a mover, enrasar y nivelar cada loseta de los 40 metros cuadrado de la terraza, para que no hubiera juntas con chinos y poder tender mejor el césped artificial. Aclaro que las losetas son de 30 x 60 y unos ocho centímetros de grosor, para que os hagáis una idea del peso y de lo que supone nivelarlas. El resultado, además de una terraza impecable, con césped artificial, es un pinzamiento en la espalda que a día de hoy todavía me mantiene dormido el empeine del pie derecho.
Pero mereció la pena. La terraza ha quedado genial. La idea de cerrar el paso, del que yo tenía mis dudas, da ahora la sensación de mayor amplitud a toda la terraza. Mis hijos llegan del cole y directamente quieren subir a jugar a la terraza, y con razón, porque se está genial.
De hecho, me está permitiendo afrontar dos "new year resolution" de principios de año: me permite tocar el saxofón a todo pulmón, y hago mi tabla de ejercicios con Billy Blanks al aire libre tres veces por semana. Estoy que me salgo. Lastima que durante ese tiempo tuve dos horarios en el Centro y al final el definitivo ha resultado ser el más incomodo.

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