Mi existencia reflejada en los espejos cóncavos del Callejón del Gato

sábado, 20 de noviembre de 2010

Las cigüeñas de Ballavista siguen ahí

El invierno pasado ya escribí de ellas aquí. Y aun con la lluvia y el frío que ha empezado, siguen ahí, en las almenas de los cuarteles cerrados de Bellavista. Majestuosas, desafiantes. Las cigüeñas de Bellavista no se mueven.
En días como el que ha amanecido, plomizo y frío, con lluvia, se me viene a la mente. ¿Por qué no emigran, por qué no se van, ellas que pueden? No son galgos abandonados con peor suerte que mi Lola. Pobres. El frío, la lluvia, el hambre y el desconsuelo se irán apoderando de ellos.
Pero mis cigüeñas lo tiene claro. Rompen moldes, desafían, saben lo que quieren y no les importa arriesgarse. Perseveran hasta conseguirlo. Y ahí siguen. Hasta que la pala cavadora derribe su hogar permanente.
En días como los que ha amanecido, plomizo y frío, con lluvia, me gustaría ser más salvaje, como las cigüeñas de Bellavista, y menos humano, menos igual que los galgos abandonados, huidizos, desconcertados, con menos suerte que mi Lola.

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