Mi existencia reflejada en los espejos cóncavos del Callejón del Gato

lunes, 22 de noviembre de 2010

Octubre

La obra de la terraza también ha conllevado movimientos de muebles en el interior. Eso ha generado otros arreglos como poner ruedas nuevas a mesillas o mesas, pintar algún desperfecto acaecido después de quitar o mover esos muebles, recolocar algún mueble antiguo, fijar los cubos de basura nuevos (sí, otros. los antiguos ya los ha popularizado Eva en facebook. Tenemos una colección y están en venta sin demasiada fortuna), aguantar las correcciones del aluminio…
En este punto me gustaría detenerme, porque esta vez he sido capaz de mantener sin abonar la totalidad de una obra en mi casa hasta que no ha quedado completamente terminada correctamente. Hasta en tres ocasiones han tenido que venir los que montaron el cierre de aluminio para corregir desperfectos en el montaje. Y hasta entonces no le pagué la parte que quedó pendiente y que me exigían después de cada visita.
Me he sentido casi como una persona mayor, responsable, seria y sin acritud. Suerte que este sentimiento me llega sólo en ráfagas y en general sigo siendo igual de descerebrado que casi siempre. De hecho, aun habiendo retrasado el pago en tres ocasiones, tras tres revisiones distintas, el último ajuste lo tuve que hacer yo mismo. Ignoro cual es la razón última, pero en tres ocasiones que he recurrido a tres instaladores de aluminio distintos, a lo largo de once años, han sido con mucho los más chapuceros y flojos de todos los trabajadores de todos los ámbitos que han entrado en mi casa (a trabajar, se entiende. No vamos aquí a incluir a amigos y conocidos, que…)
En fin, el día 11 de Octubre, el no-puente del Pilar, dimos por terminada las actuaciones en la terraza, con la última adquisición en Ikea. (Miento, terminamos en Noviembre, pero eso será otra historia)
Ese día el horario de trabajo me permitía ir a Ikea tempranito, en torno a las once y media. Suerte que pude ir a esa hora, porque ya tuve que aparcar fuera. Es sorprendente cómo cambian los hábitos del personal. En lugar de ir al campo o a un parque, los días de fiesta la gente (seguro que ¿alguno? de los que me lea) va con la familia a Ikea a pasear. Charla, se para y bloquea el pasillo, cambia impresiones, mirotea el panorama, se fija en los detalles de las cocinas y en tal o cual cajonera, para terminar comprando una funda de Cd de 1,99 euros. Es complicadísimo esos días acceder a las cajas en un tiempo razonable.
En fin, que salvo lo que contaré en Noviembre, en octubre quedó terminada la nueva terraza. Lo inmediato ha sido el regocijo de mis hijos al llegar del colegio, que se iban disparados a la “terraza que ya está terminada”.

Pero he tardado tanto en contarlo y en escribir porque este verano movido y la vuelta a las clases me han dejado en un extraño estado de abandono y pasividad del que en el momento que escribo parece que voy saliendo. Pero las cosas se detienen en el tiempo, y todo parece estar en suspenso. De hecho todavía no ha sacado la ropa de abrigo y tengo el cajón de los chalecos lleno de coloridos bañadores.

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