La primera quincena de agosto la pasamos en Chipiona, en casa de mis suegros. Este año se ha planteado la ocasión y hemos podido salir casi todas las noches de tapeo por ahí. Mi suegra casi no cenaba, y nos daba a nosotros la excusa para dejar a los niños acostados y salir de tapeo por ahí. La oferta de Chipiona es amplia y variada. En este punto el verano en Chipiona estuvo muy bien.
En Chipiona mis hijos disfrutan igual de la playa, aquí con el aliciente de que después hay piscina. Y con las campanas del Santuario de Regla. Mis perros no disfrutan tanto.
A la tercera semana marchamos otra vez a La Antilla. Teníamos varias cosillas pendientes que hacer allí y las hicimos. Entre ellas, "asistir" desde la terraza de mi casa al concierto que Paco de Lucía dio en el Club Vera de Mar. Y además celebramos el cumpleaños de Ángel.
Y la cuarta y última, en Sevilla, que comenzó la tan cacareada obra de la terraza de casa. Se trataba de ensolar un trocito más de la terraza y cerrar a los dos lados del techo de hormigón, para sacar una pequeña habitación, un poco más amplia de la que había. Para eso había que retirar todas las macetas y todos los mubles que teníamos en el pequeño cuartillo antiguo; almacenar la arena, el cemento, los ladrillos, las losetas que habíamos encargado; y comenzar con tapar la pared medianera, agujerear la pared marcando los puntos de luz y las tomas de agua… Total, a principios de septiembre la terraza de mi casa parecía Beirut. Creo que de eso si que escribí en twitter.
“El horror, el horror…”
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