Mi existencia reflejada en los espejos cóncavos del Callejón del Gato

sábado, 3 de abril de 2010

Ese cine que me atrapa

Esta entrada va a ser marcada y conscientemente melancólica. Vaya eso por delante. El Miércoles Santo por la noche pillé empezando una película que tengo en dvd (ahora descatalogado, por cierto) y me pegué. La tienes en dvd y no encuentras un momento para verla; la ponen en la tele, y como que te fuerza y… Se trataba de El jinete eléctrico, una peli de los años setenta, con Robert Redford y Jane Fonda. No es una gran película. Pero es bonita. Como buena parte de las películas de los setenta, su desarrollo y su excusa argumental es deslavazado, pero trata temas como la libertad de espíritu en el mundo moderno, la honestidad, el ser uno mismo… cosas heredadas de los movimientos de los sesenta. Cierto que esos temas también salen en las buenas películas del oeste o de cine negro, pero el tratamiento en las de los setenta es distinto, más libre. Yo he crecido viendo películas como esta, y como las otras. No esta exactamente, que la vi más tarde, pero con esos tipos, esos personajes.
El tema es que ésta me agarró solo y me capturó, y, sin razón ni dirección concreta, me hizo evocar mis tiempos pasados, de cine de sábado por la tarde, o de estudiante, cuando llegaba tarde a casa y me ponía a ver películas en lugar de acostarme; me recordó a otro montón de películas de los setenta, me llevó a lugares en donde nunca he estado pero sí que he visitado, me hizo recordar situaciones que nunca he vivido, pero de las que tengo huellas. Y fui por momentos Gene Wilder en El expreso de Chicago, Sean Connery en Odio en las entrañas, Robert Redford en Las aventuras de Jeremiah Johnson, Al Pacino en Autor, autor… hasta Woody en Sueños de un seductor, dejándose llevar, como él, por los consejos de una estrella de cine.
Supongo que esa es la finalidad del cine. O del arte en general, no sé. La de agarrarte, en cualquier momento y aunque no sea una obra maestra, y llevarte a ti y sólo a ti, a lugares remotos que no has conocido, pero te suenan, o te sonarán a partir de ahora. La ventaja del cine es que ahora (y ahora más que nunca) se puede ver en soledad, como se lee un libro o se oye una grabación. Y en la oscuridad de tu salón, solo, te puedes dejar llevar, te pueden zarandear, sufrir una catarsis y volver a cargarte de energía. Puedes oír a Robert Redford decirle a su caballo (a ti mismo, al oído) “aprovecha la vida”.

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