Mi existencia reflejada en los espejos cóncavos del Callejón del Gato

miércoles, 15 de enero de 2014

Mi viejo Compac Presario


Me encantan las historias y las pelis de segundas oportunidades. Esas donde un tipo se pasa la vida en segunda fila y, de repente, surge una oportunidad de despuntar, fuera completamente de plazo. O la de los que han sido estrellas y ya retirados demuestran que aun son los mejores. Pelis clásicas, como El rey del juego, o comedias amables del tipo Tin cup, Equipo a la fuerza o una inglesa de un equipo de rugby de cuyo nombre no puedo acordarme. Cowboys del espacio. O, más cercana a mis mundos, En lo más crudo del crudo invierno, sobre actores de teatro en retirada.
Por eso escribo esto. Aunque sea de una la historia de un objeto inanimado.

En el año 2001 yo andaba dando clases en el IES Cantely de Dos Hermanas. Ese curso iba a ser mi primero como Jefe de Estudios. Durante el mes de julio trabé muy buena relación con el director y el secretario. Entre los dos me convencieron de que adquiriera una oferta en Carrefour (recién nombrado de “Continente”) de un portátil. Lo hable con Eva, y no le pareció mal. Era un buen precio, que permitían financiar en doce meses sin intereses. Podíamos pagarlo al contado, pero para que casi no se notara, como me dijeron mis compañeros del equipo directivo, lo financiamos.
Era un Compaq Presario que tenía de todo. Lo más novedoso del momento. Con catorce pulgadas y un teclado de tamaño amplio, tenía un ratón táctil y el sistema touch que permitía desplazase por la pantalla arrastrando el dedo; pentium 4, con 250 megas de memoria RAM, y un giga de disco duro. No tenía wifi, pero es que entonces eso no existía; poco después se empezó a hablar de bluetooth. Con este, si te querías conectar tenía que ser por cable, como todo el mundo entonces. Pero tenía grabador de cds, cosa que nuestro ordenador de sobremesa no tenía. Resumiendo: era lo más.
Y tuvo un arranque fulgurante. Fue muy usado. Como portátil o en el salón, como segundo ordenador, conectado con un cable cruzado naranja de doce metros, que ahora no soy capaz de encontrar en el trastero. Desde entonces lo he llevado casi siempre y hasta hace muy poco a todas las playas en verano. En él escribí buena parte de mi tesina; planifiqué cuatro años la plantilla del centro, los grupos y los horarios de Cantely. Y grabamos muchos cds, hasta que le compramos un grabador de cds y lector de dvds al ordenador de mesa. Ahí empezó su declive.
La tecnología avanzó. Llegaron los notebooks, que a nosotros en realidad resultaron un fiasco, pero ya tenían wifi, pesaban menos. Compramos un nuevo ordenador con hdmi, muchísima más memoria, mas capacidad de manejo de datos y gráficos, y dejamos al barebone, cumplidamente formateado y ampliado, de segundo ordenador.
Poco a poco el Compac Presario se fue quedando olvidado. A pesar de que le hicimos ampliaciones de memoria, tanto RAM como de disco duro, lo formateamos, hasta la adquirimos una tarjeta de wifi; le cambiamos el sistema operativo y funciona bien, y rapidito, se fue quedando apartado, relegado a la azotea para conectarse a Internet y hacer funcionar el karaoke.
Pero el lunes, cuando había terminado los videos de Historia de la Música y los iba a mostrar en clase, resultó que en el ordenador del aula no corrían bien; ni en el portátil del insti; ni siquiera en mi barebone. Sólo con mi primer ordenador de mesa. A la desesperada probé con mi viejo Compac Presario, y no se por qué razón, si por la falta de ocupación de la RAM o por puro coraje, pero él sí era capaz de mostrarlos. Volvió a tener su momento de gloria.

Ahora durante unos meses me acompañará a las clases para poder proyectar de manera correcta los vídeos en el aula. A pesar de su grueso perfil y su aspecto anticuado, sigue estando ahí, como un campeón. Como en los viejos tiempos. 

2 comentarios:

ALLWebber dijo...

Y es que como decía Miguel Ríos "Los viejos rockeros nunca mueren" y ahora con las nuevas tecnologías que lo que te compras hoy, ayer ya era antíguo, estamos llegando a un nivel de desechar lo viejo para comprar lo nuevo, impensable entonces, cuando las cosas se arreglaban y se volvían a arreglar una y mil veces, pero ahora te dicen que arreglarlo cuesta más que comprarte uno nuevo. No sé cuándo crearán un cementerio de aparatos obsoletos.
Bueno, tres hurras al viejo Compac y a vosotros por no rendiros y mantenerlo.
Termino con otra vieja canción, aquella que decía "El que tenga un Compac Presario, que lo cuide, que lo cuide, porque el que guarda, siempre tiene".
Saludetes

Javier Jiménez dijo...

Cuidado está, desde luego...

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