Mi existencia reflejada en los espejos cóncavos del Callejón del Gato

lunes, 9 de diciembre de 2013

Cuatrocientas palabras




De los blogs personales que visito, observo que sus entradas son notoriamente más breves que las mías. He de reconocer que como aquí suelo escribir sobre lo que me interesa o me conmueve, me dejo llevar por la abundancia narrativa, con el riesgo (seguro) de aburrir y ahuyentar a la posible (y breve) concurrencia. Y con el resultado de una fuerte intermitencia.

Teniendo en cuenta también la popularidad de la inmensa brevedad de los “tweets”, parece que aquello de Baltasar Gracián (“lo breve, si bueno, dos veces bueno”) está más actual que nunca. Claro que esa frase presupone que lo que escribes brevemente debe ser bueno. Si no…; si no, se puede aplicar la segunda frase de la cita, menos conocida: “Y aun lo malo, si poco, no tan malo” Esto tranquiliza más, e invita al entusiasmo en la brevedad de los escritos.

Así pues, trataré de ajustarme a partir de ahora a la brevedad media de unas cuatrocientas palabras. Y conste que me cuesta.

Y es que sentarme a escribir es una actividad que me llama poderosamente la atención y que suelo realizar un montón de veces, sin llegar la mayoría de esas veces a ningún puerto. Como lo hago a salto de mata, entre momento ocupado y momento ocupado, al final no cristalizo nada. Y a lo mejor es porque me tiendo a extender demasiado.

Pero ¿se puede escribir algo con enjundia suficiente con cuatrocientas palabras? Javier Marías o Arturo Pérez Reverte lo hacen casi todos los domingos con unas ochocientas.

He de reconocer que yo no soy tan regular. Podría escudarme en eso. También he de reconocer que yo no soy tan escritor. Eso no es una excusa, es un hecho.

Pues bien. Resuelvo. He de intentarlo nuevamente. Vamos a ver si con más brevedad, su miaja de enjundia, y su poquito de futilidad, puedo mantener aireado el blog.

Con cuatrocientas palabras más o menos cada vez.

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