Mi existencia reflejada en los espejos cóncavos del Callejón del Gato

sábado, 17 de marzo de 2012

De mediana edad

Hace algún tiempo que pasé de ser considerado joven a ser incluido en un grupo socio-temporal de vaga definición, que ha venido en llamarse “mediana edad”. No es cuestión de ser pesimista, pero en realidad esa edad no es mediana. La mayoría de los incluidos ahí llevamos más tiempo aquí del que nos queda por delante. Yo voy a hacer todo lo posible porque en mi caso no sea así, pero las estadísticas son las que son.
Escribo esto porque quizá en esa mediana edad sea el momento de mirar hacia atrás y ver qué se ha aprendido, y mirar hacia delante y ver qué queda.
Vamos a ver. ¿Qué he aprendido yo hasta ahora? Pues, básicamente, bastante poco. He actualizado conocimientos, pero creo que en general cambiamos muy poco. Creo que en realidad casi todos seguimos siendo muy parecidos a como éramos de más pequeños, y que las grandes líneas de conducta siguen siendo las mismas. Yo pienso que sigo siendo el mismo niño tímido y retraído, con cierta dificultad de relación; ese niño que con su ingenuidad desesperaba a mi padre hasta hacerle decir “este niño se cree que los pájaros maman”; al que le ponían en las notas de párvulos que no decía mentiras. ¿Qué le vamos a hacer? Me sigue costando mucho imaginar que haya gente de mala voluntad, que actúa de mala fe de manera consciente. Aún me desarma que haya gente cometiendo fechorías de diversa consideración y lo niegue abiertamente.
Parafraseando (o más bien copiando) a mi viejo compañero Woody, ¿qué he aprendido yo hasta ahora? Pues que lo más importante es no ser un amargado. La mente abarca todas las aspiraciones nobles como poesía y filosofía, pero es el cuerpo el que se divierte.
Yo reconozco mis esfuerzos por mejorar, y ser más osado, más lanzado en algunas decisiones, y aunque sigo siendo ese crío apocado que miro cada vez desde más lejos, trato de tomarme las cosas como vengan y “no ser un amargado”.
Por otro lado, mi antiguo barbero, menos ilustre, pero igualmente sabio, decía que lo más importante era tener todos los dientes, y que se te pusiera siempre dura. No se exactamente a que se refería, pero por lo que imagino, creo que en este sentido aun no me puedo quejar.
Así que como no es que haya aprendido demasiado, tampoco me puedo imaginar que me queda por delante. Siempre espero que lo mejor esté por llegar. Pero es más fácil si hacemos algo por colaborar.
Es posible que a veces sea mejor guiarse por el corazón que por la cabeza, y, como puse hace unos días por ahí, dejar de arrepentirse de lo que no has hecho, para empezar a arrepentirse de lo que hagas. Aunque bien pensado, tampoco en eso me puedo quejar. Simplemente habrá que dejar de preocuparse tanto por según que cosas. Pero cómo cuesta. Si tuviera más constancia… ¿Vale esto como aprendizaje?
El llavero de las llaves de mi casa es del musical Billy Elliot. Es un lingote pequeño con una frase grabada, que recorro con los dedos cada día: “BE INSPIRED”
Pues eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario