Mi existencia reflejada en los espejos cóncavos del Callejón del Gato

martes, 20 de marzo de 2012

Cabrones bípedos implumes

Hoy algún cabrón bípedo implume había atado al cuello de un perro mestizo una larga bolsa de plástico que lo hacía trasbillar. El perro estaba tan confundido que se había quedado parado en mitad de la avenida de Jerez, camino de Bellavista, donde el tráfico es intenso. Pude esquivarlo en la moto y al frenar para tratar de sacarlo de la carretera por poco me caigo, o me lleva por delante el camión que venía detrás, que gracias a mi estúpida frenada también evito al perro, que volvió a la acera.

Cuando me acerqué a tratar de liberarlo, estaba tan asustado que huyó despavorido, metiéndose otra vez en la carretera, tropezándose con el plástico. Otra vez los coches frenaron y esquivaron, y el perro volvió a la acera alejándose tan rápidamente de mi que le perdí de vista al volver por mi moto.

Cuando me monté y traté de localizarlo, fue imposible. Comprobé al menos que no estaba atropellado en la carretera, lo busqué por el expo-local y nada. En fin. Decidí seguir mi camino al trabajo, que ya llegaba tarde.

Varios cientos de metros más arriba, por las aceras de Bellavista volví a ver al perro, ya sin la bolsa de plástico atada, y andando por la acera mucho más tranquilo. Ignoro si alguien se la había quitado o se le había desprendido. No lo creo, porque había visto el nudo.

No comparto ninguna manifestación violenta. Las condeno todas. Puedo imaginar entender alguna, aun resultándome horrorosa. Pero no puedo entender en ningún universo la violencia gratuita contra animales, probablemente sólo como diversión. Especialmente en el llamado primer mundo. Especialmente entre seres que pasan por persona. Me causa una profunda tristeza y me levanta mis más bajos instintos.

A ese bicho bípedo le deseo una muerte pronta, aunque lenta y dolorosa. Y si hay Dios, que tenga en cuenta que ese ser era malo de verdad. Y si hay Dios, que perdone mi pecado de pensamiento, pero creo que el mundo que creó no está mejor en ningún aspecto con alimañas así dentro. Si hay Dios, que me perdone, porque escribir esto me ha merecido la pena. Y el hinchón de sudar que me he dado corriendo detrás del pobre perro, y el maldecir al cabrón que lo había atado, también.

Lo peor ha sido llegar y constatar que alguno de esos cabrones bípedos implumes figuran como alumnos en algunas de mis clases, que son impermeables al pensamiento ordenado, y que mi actividad educativa es absolutamente inútil, no ya para la música, sino para transformar a esos bichos en personas. Y así se desperdicia mi tiempo y mi posibilidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario